martes, 16 de octubre de 2012

Robert Redford en los libros


En “Robert Redford. La biografía”, ejemplar publicado este mismo año 2012 por la editorial Libros Cúpula, el novelista irlandés Michael Feeney Callan nos ofrece, a partir de documentos personales de Redford y entrevistas ofrecidas por el actor, un cuidado e interesante acercamiento a la vida y obra de esta cinematográfica leyenda rubia.



Virgin Books editaba en 1982 “Robert Redford”, acercamiento al actor desde la mirada del autor de novelas de misterio y articulista británico  David Downing.


En 1994, James Spada nos presentaba, a través de RBA Editores y formando parte de su colección Antología del Cine Clásico, un detallado recorrido por la filmografía del actor en “Todas las películas de Robert Redford”.



Lawrence J. Quirk y William Schoell nos hablaban de Robert Redford a través de su trabajo cinematográfico como actor y director. The Sundance Kid: A biography of Robert Redford” era editado en 2006 por Taylor Trade Publishing.


Luis Miguel Carmona nos acercaba en “Robert Redford. El chico de oro” al actor y director como figura cinematográfica y en sus otras facetas como naturalista o promotor del Festival Sundance.
T&B Editores editaba este libro en 2009.



El escritor estadounidense Francis Scott Fitzgerald publicaba en 1925 “The great Gatsby” hoy reconocidísima novela que no tuvo entonces la aceptación esperada.

En 1974 la Paramount Pictures la adaptaba a la gran pantalla bajo la dirección de Jack Clayton y con Robert Redford como un romántico y elegantísimo Jay Gatsby. Los Premios de la Academia premiaban a la película en las categorías de mejor diseño de vestuario y mejor banda sonora. 

sábado, 18 de agosto de 2012

REDFORD Y POLLACK, ROBERT Y SYDNEY

The natural Redford” cumple hoy su segundo aniversario. Hoy es también el cumpleaños de nuestro admiradísimo rubio… ¡Muchísimas felicidades, Robert!


Ah, genial, has invitado a Sydney Pollack, tu espíritu afín, quién mejor para celebrar ambos acontecimientos. Pues allá vamos, chicos…


Sydney se había preparado como actor en la prestigiosa escuela Neighborhood Playhouse School of Theater de Nueva York. Pasado un tiempo Sandford Meisner, su maestro en dicha escuela, le pidió que enseñara junto a él. Tras de sí traía Pollack además una experiencia de seis años como actor en diversas series televisivas. Redford también había aparecido ya como actor en la pequeña pantalla, aunque llevaba menos tiempo que Sydney en ella, apenas un par de años.


Robert Redford y Sydney Pollack se conocieron en 1962 en el rodaje de “War hunt”, título que suponía para ambos su debut como actores en la gran pantalla.

“Fue Stark Hesseltine quien me despertó el interés por Redford. No paraba de contarme historias sobre aquel joven dios del surf rubio, sobre lo gran tipo que era. Por eso quise conocer a Bob. Éste es un negocio en el que las apariencias y la realidad compiten entre sí. No obstante, pronto te acostumbras a ver más allá, y lo que vi en Bob, como Stark decía, era un hombre de calidad”


“Éramos físicamente muy distintos. Bob era muy deportista, eso nunca fue lo mío, ni siquiera había sostenido una raqueta de tenis en mi vida. Pero la competitividad de Bob era contagiosa, y aunque siempre estaba practicando algún deporte o comprobando los resultados de los partidos, su espíritu competitivo era mucho más amplio y sano que eso. Le salía de dentro, del espíritu de aquellos tiempos, del espíritu Kennedy. Incluso si no eras una persona política, y Bob entonces sólo lo era en parte, era imposible no sentirse agitado por todos los cambios que estaban teniendo lugar en 1961. Bob estaba lleno de energía, y por ello resultaba muy interesante estar con él”

“A pesar de que no prestaba demasiada atención, la información se filtraba en mí... Era una época de cuestionamiento general que me alegraba y en la que disfrutaba discutiendo al respecto con Sydney. Éramos la clase de actores que evitaban ver grandes producciones como “Cleopatra” y preferían el nuevo trabajo de los europeos. De modo que apoyábamos todo lo que fuera diferente”

En 1966, Sydney Pollack había dirigido ya su primera película, “La vida vale más”. Redford, por su parte, ya había rodado “Situación desesperada, pero menos”, “La rebelde” y “La jauría humana”.


Entonces fue cuando Natalie Wood, que había trabajado anteriormente con Redford en “La rebelde”, le propuso a Robert el protagonista masculino de “Propiedad condenada” (1966), un nuevo proyecto cinematográfico basado en una obra de Tennessee Williams que contaba ya con tres candidatos para dirigirla: Arthur Hiller, John Frankenheimer y Clive Donner, aunque ninguno de ellos había confirmado nada. Redford le habló a Natalie de Sydney Pollack, al que ella aún no conocía. Redford le dijo: “Es el nuevo director de moda. ¿No has oído hablar de “La vida vale más”? ¿Han estado ocultándotelo?

Wood concertó entonces una entrevista con Pollack, quien ya había obtenido un Emmy como director televisivo y estaba funcionando bien en su debut cinematográfico como director.

“Éramos como dos mariposas emergiendo a la vez. Compartíamos un estado oscuro y depresivo cuando nos reuníamos, y por aquel entonces nos veíamos mucho… Conversábamos sin cesar. Estábamos rodeados de numerosos intelectuales, pero nosotros éramos autodidactas; lo hicimos nosotros solos. Nos gustaba el drama, la fantasía, la idea del Método, pero detestábamos la moda. Para mí, Kazan era Dios. Sin embargo, como Bob, detestaba toda esa pretenciosa pesadez existencial. Básicamente, estábamos en la misma onda, de modo que todo el tiempo que pasábamos juntos parecía productivo”


“Mucho antes de que Sydney me dirigiera, la dinámica director-actor estaba en juego. Era un diálogo que podía inclinarse hacia un lado u otro, una auténtica interactividad productiva basada en nuestra curiosidad por el mundo y en el deseo de innovar en las plataformas convencionales. Y de ese vínculo surgió 'Propiedad condenada'”

Tras “Propiedad condenada”, Sydney Pollack dirigía “El camino de la venganza”, “El nadador”, “La fortaleza”, “Danzad, danzad, malditos”… Redford rodaba mientras tanto “Descalzos por el parque”, “Dos hombres y un destino”, “El valle del fugitivo”, “El descenso de la muerte”, “El precio del fracaso”, “Un diamante al rojo vivo”, “El candidato”…

“Pollack ha sido actor y de los buenos, tanto que puede compartir los sentimientos de un intérprete al que está dirigiendo sin por ello olvidarse del puesto crítico que le corresponde como cineasta. Pero si tiene que pedir que se rehaga la escena, al pedirle una explicación sobre la causa de la repetición, dira como cualquier actor: 'No la he visto, no lo siento'”


Cuando en 1972 Redford decidía protagonizar “Las aventuras de Jeremiah Johnson”, volvía a pensar nuevamente en Pollack como director y éste accedía de inmediato.

“Narraba la historia de un auténtico hombre de montaña basada en hechos bien documentados y más cercana al auténtico Oeste que nada que hubiese leído o visto antes. Establecí algunas conexiones simples: las Montañas Rocosas, donde yo había vivido, la naturaleza, la autenticidad, los hombres que habitan la frontera, la realidad. Le dije a Sydney: ‘Tenemos que hacer esto de un modo realista, no hay otra opción. Hagámoslo’”

Pollack, sin embargo, era de la opinión de que no se podía rodar íntegramente por esa zona al contar la película con un presupuesto de tan sólo cuatro millones de dólares. “Era muy cabezota, intenté convencerle, le rogué, hasta que al final dije: ‘Va a ser un infierno, pero al final se saldrá con la suya’”. Efectivamente, a Redford le costó lo suyo pero, finalmente, lo consiguió.


Las aventuras de Jeremiah Johnson” fue presentada en el Festival de Cannes y allí mismo  Pollack le ofrecía a Redford un nuevo proyecto conjunto. Se trataba de “Tal como éramos” (1973), de la que en un principio Redford no quiso ni leer el guión.

“No pensaba dejarlo fuera. Le dije: ‘Te equivocas. No se trata de una obra difusa para Barbra Streissand. Tiene sustancia, y es política’. Le presioné durante todo el verano en cuanto regresamos de Cannes”

Al ver que no conseguía nada, Pollack decidió acampar en el vestíbulo de Wildwood (la productora de Redford) en Nueva York. “Era un proceso de desgaste, él lo usó conmigo con Jeremiah, se la estaba devolviendo".


"Sabía lo incómodo que se sentía con el papel de Hubbell, y al mismo tiempo sabía que sabría hacerlo grande. Se dejaba guiar y respondía muy bien a mis indicaciones, lo cual era bastante”

“Todo el mérito es de Sydney. Respondió de manera fantástica a mis preocupaciones respecto al guión. Hubo una adición de último minuto: Alvin Sargent y Rayfield finalmente le dieron a Hubbell un punto de vista. Hasta entonces, era el títere de Katie, el tipo que ni apoyaba su comunismo ni delataba a nadie…


… Al final Sydney cedió ante la parte de la historia de amor. Anunció: 'Esto es principalmente una historia de amor' y obedecimos. Confiamos en sus instintos, y tenía razón. 'Tal como éramos' fue un éxito porque Sydney controló el proyecto desde su punto de vista”

Tras el éxito de “Tal como éramos”, Pollack dirigía “Yakuza” y Redford rodaba  “El golpe”, “El gran Gatsby”, “El carnaval de las águilas”… Y en 1974 le llegaba a Redford un guión que había sido adaptado de una novela corta. La película se llamó “Los tres días del cóndor” (1975).


“En un principio no era algo que me interesara, era una chapuza, estaba ambientada en Washington, y al final había unos sujetos que se lanzaban en paracaídas con ametralladoras, armas potentes y heroína, el tipo de proyecto que no me entusiasmaba personalmente. Pero entre todo eso había un buen concepto, el de un hombre que luchaba por manejar una situación que no entendía. Trataba sobre la paranoia y eso me encantó”

Así que Redford llamó de nuevo a la puerta de Pollack diciéndole: “Esto tiene algo. Léelo y dime si crees que podemos modificarlo, yo creo que sí.


“El instinto de Bob era muy preciso. El guión era semejante a las muñecas rusas, contenía la impresionante historia personal de Joe Turner, un hombre que confía en su organización y de repente se despierta un día y ve que todo aquello en lo que creía le da la espalda y todos le persiguen”

“Sydney nunca había hecho una película que se moviera tan rápido como un tren en marcha, ni que pareciera tan tensa. Era un nuevo estilo de trabajo para él y marcó el nivel de todos sus thrillers posteriores”


Tras “Los tres días del cóndor”, Sydney dirigía “Un instante, una vida” y Redford rodaba “Todos los hombres del Presidente” y “Un puente lejano”.

“Muy pocos actores escuchan como él. La mayoría suele actuar escuchándose a sí mismos en lugar de a los demás. Pero Bob muestra una especial atención a lo que los otros dicen, y creo que eso es realmente maravilloso”


La preproducción de “El jinete eléctrico” (1979), siguiente proyecto de Pollack y Redford, empezó sin guión y sin un plan de reparto coherente. Pero Pollack sabía que esta historia le iba a interesar a Robert, ya que éste había estado especulando con la idea de hacer una película sobre rodeo y el argumento de esta historia era perfecto para él.

“Fue al principio de la época del video doméstico, así que podíamos acceder fácilmente a las viejas películas de Cary Grant, a las de Billy Wilder, que a Bob le encantaban, y a las de Frank Capra, que me encantaban a mí. De ellas sacamos la alegría y la luz e intentamos introducirlas en 'El jinete eléctrico'”


Durante el rodaje de esta maravillosa película, Jane Fonda se dedicaba a dar clases de gimnasia a los miembros del equipo. Redford, por su parte, disfrutaba cuidando de los caballos.

Tras “El jinete eléctrico”, Sydney dirigía “Ausencia de malicia” y “Tootsie”. Mientras, Redford protagonizaba “Brubaker” y “El mejor”.


Y tras “Tootsie”, Pollack buscaba algo más cerebral. Universal había comprado los derechos de una novela de Isak Dinesen y tras tantear a Redford como director contrató finalmente a Pollack, que quería a su vez a Redford para el protagonista masculino. Director y actor iniciaron de nuevo su rutina de charlas junto al fuego para construir “Memorias de África” (1985).


“Era el único que podía hacer creíble al personaje en “Memorias de África”: un tipo enigmático, romántico y atractivo para las mujeres. De todas las películas que ha hecho, creo que era ésta la que más encajaba con su personalidad… Había grandes ventajas desde el punto de vista de la adaptación. Sus escritos autobiográficos eran muy analíticos, lo que nos permitía entrar con mucha precisión en su corazón y en su alma. Y por supuesto estaba la inmensidad del paisaje, que creaba un fondo extraordinario para contar historias”

“Yo estaba tan estimulado como Sydney. Pero veía el riesgo de las películas “americanas en el extranjero”… Pensé que tenía una cosa a su favor: se narraba una maravillosa historia de amor y Sydney era muy bueno con ellas”

Tras llevar a la pantalla a su Denys Finch Hatton, Redford protagonizó “Peligrosamente juntos”…


… antes de la que iba a ser su última colaboración con Pollack: “Habana” (1990). Sydney se había enamorado de Cuba al visitarla en 1978. “Entendí enseguida lo que Hemingway le veía y me imaginé cómo debía ser cuando él estaba ahí y el futuro era una promesa”. Y este último proyecto conjunto sirvió para acercar a los dos amigos, algo distanciados tras “Memorias de África”.

“Sentía un afecto por Sydney que nunca desapareció. También admiraba su creatividad y apreciaba lo que me había dado durante estos más de veinte años de buena colaboración”


Para Pollack Jack Weil era similar a Finch Hatton. Redford veía en su personaje algo distinto.

“Weil fue uno de los personajes más interesantes porque me identificaba con su viaje personal. Era un hombre al final de un largo viaje aceptando los límites de su sueño y enfrentándose a ellos. Me identificaba personalmente”


Robert Redford le sirvió siete veces de protagonista a Sydney Pollack, según comentó el propio director, porque entre otras tantas estrellas Robert lograba contener el dolor mejor que todos ellas. El romántico y maravilloso cineasta nos dejaba, muy tristemente, el 26 de Mayo de 2008 a los 73 años de edad.

“Mi relación con Sydney tanto profesional como personal abarca más de cuarenta años. Todo es demasiado personal para expresarlo en dos palabras”


Pero Sydney nos ha dejado también al Owen de “Propiedad condenada”, a Jeremiah Johnson, al Hubbell de “Tal como éramos”, al Joseph Turner de “Los tres días del cóndor”, al Sonny de “El jinete eléctrico”, a Denys Finch Hatton y al Jack Weil de “Habana”.

Todos ellos inolvidables personajes de la historia del cine que compartían además el saber hacer, la presencia, la elegancia y el increíble físico de Robert Redford. ¿Y qué más se puede pedir?

“He tenido diferentes relaciones con los directores, la más antigua con Sydney Pollack, ambos trabajamos juntos como actores. Siempre me sentía a gusto cuando Sydney era el director y yo era el actor porque él sabía lo que hacía. Nunca prestaba mucha atención a lo que él hacía con la cámara. Aunque a veces estábamos en un sitio y él apuntaba con la cámara, y yo le preguntaba: ‘¿Cómo es que tienes la cámara mirando hacia ahí? ¿No es ésta una toma mejor?’ Y él me decía: ‘¿Te importaría ir a tomar un café o a dar una vuelta por el bosque un rato?’”
(ROBERT REDFORD)

miércoles, 30 de mayo de 2012

Los comienzos como actor de Robert Redford

Nunca hablé sobre cómo actuar. Incluso ahora sigo sin hacerlo. Lo mejor que tiene un actor es su instinto, y eso no se puede aprender en ninguna parte


A su regreso a su California natal tras un extenso viaje alrededor de medio mundo, Robert Redford conocía a Lola Van Wagenen, quien el 12 de Septiembre de 1958 se convertía en su esposa, trasladándose entonces la pareja a vivir a un humilde apartamento de Nueva York. Lola trabajaba en un banco y Robert continuaba reflejando en sus lienzos los paisajes y gentes de su alrededor pero no ganaba demasiado dinero con la pintura. Animado por sus amistades y por su propia mujer, Redford decidió dar entonces un nuevo rumbo a su vida y probar suerte en el mundo del espectáculo.


Con este objetivo comenzó a tomar clases en el Pratt Institute de Brooklyn con la intención de convertirse en escenógrafo de teatro, actividad más acorde a su afición pictórica. Y al hablarle un profesor de dicho instituto sobre la prestigiosa Academia Americana de Arte Dramático y con el fin de conocer más de cerca el mundo del teatro aun sin tener especial interés en convertirse en actor, Redford decidió ingresar en dicha academia para lo cual antes debía superar una prueba.

Tenía que pronunciar dos monólogos: uno cómico y otro trágico. Me hice un poco de lío en el primero y uno de los profesores que estaban mirando comenzó a hacer unos gestos que yo entendí como que no volverían a llamarme nunca más. Realmente la actitud de este tipo me molestó, así que estaba bastante enfadado para la segunda escena por lo que acabé haciendo un buen trabajo interpretativo. Al menos, a ese profesor pareció gustarle


En 1959, Robert conseguía su primer papel profesional en la obra teatral “Tall story” figurando tan sólo, junto a otros muchos actores, como un jugador de baloncesto. No tenía una sola línea de diálogo pero llamó la atención de Herman Shumlin, director de la representación:

En esta profesión hay algo que no se sabe muy bien qué es pero que los actores ‘tienen’ o ‘no tienen’. Y Redford ‘lo tenía’. Había algo cuando caminaba, ese carisma estaba en el aire y eso me llevó a pensar que era uno de los elegidos para hacer algo. Nunca me sorprendí cuando comenzaron a ocurrirle cosas buenas dentro de la interpretación


Tras esto vinieron una sucesión de papeles teatrales que no cuadraban con sus perspectivas hasta que en ese mismo año de 1959 le llegó su primera oportunidad real con la obra “The highest tree” escrita y dirigida por Dore Schary, uno de los guionistas y productores más relevantes del cine. Natalie Schafer, la actriz que interpretaba a la madre del personaje de Redford en la obra, recordaba así al entonces joven actor:

El director se preocupaba más por lo veteranos del reparto y no parecía pensar mucho en el joven Bobby. Le criticaba que estuviese tan estático y que hiciese gestos con las manos, y eso que tenía pocas frases. Lo que tenía que hacer durante la obra era estar de pie y escuchar, y creo que lo hacía muy bien. Eso también forma parte de un actor: saber escuchar


El estreno de “The highest tree” vino seguido, sin embargo, de muy malas críticas por parte de la prensa, con lo que la obra tan sólo se mantuvo en cartel dieciocho días. Tuvo que pasar todo un año hasta que Robert consiguiera su segunda oportunidad en Broadway con “Little moon of Alban”, obra en la que él, a pesar de ser alabado por los críticos, no terminó de sentirse a gusto.

Para entonces, Robert Redford llevaba ya bien iniciada su carrera televisiva en California a través de pequeños papeles en diversas series del momento. Época ésta en la que la pequeña pantalla era el principal medio de entretenimiento del público americano y el cine echaba mano de grandes superproducciones en su intento de competir con la televisión.


Sólo en 1960 Redford llegó a participar en siete series televisivas. Compartió cartel en “Maverick” con Jack Kelly, con Henry Fonda en la serie de Oeste “The Deputy”, con Charles Laughton en “Playhouse 90” y en “Perry Mason” con Raymond Burr, quien dijo de él: “De todos los actores que pasaron por la serie, pocos tuvieron una presencia tan destacable como Robert Redford”. Robert además apareció en “Moment of fear”, en “Rescue 8” y en dos episodios de “Tate”.  


En este mismo año de 1960 Redford intervino también en dos telefilmes: “Captain Brassbound’s conversion” y, dirigido por Sidney Lumet y junto a Jason Robards, “The iceman cometh”, así como en la película “Me casaré contigo” (Tall story), esta vez dirigido por Joshua Logan pero en el mismo papel que ya hiciera en la obra teatral de igual nombre.

En 1961 intervino en las series televisivas “Play of the week“, “Naked city”, “The americans” (donde compartió cartel con Jackie Coogan), “Whispering Smith”, “Route 66”, “Bus Stop”, “La nueva generación” (compartiendo episodio con Leslie Nielsen y Martin Balsam) y “Alfred Hitchcock presenta”.


Alternándolo con la televisión, Redford volvía a probar suerte de nuevo en los escenarios con la obra “Sunday in New York” que, dirigida por Garson Kanin y estrenada en 1961, se mantuvo seis meses en cartel.

Tenía que decir una línea de diálogo, pero yo encontraba esa frase algo mecánica y artificial. Así que, sin consultar con nadie, decidí darle un toque más personal. En cierta ocasión, tuve una idea y cambié completamente la forma de expresar el papel. Cuando lo hice me sentí hundido. No hubo ni un sonido en todo el teatro, ni mucho menos una risa. Kanin no me dijo ni una palabra sobre lo sucedido. A la noche siguiente volví a intentarlo y, esta vez, el teatro casi se viene abajo. Entonces me convencí de una cosa: siempre seguiría el camino que considerara correcto


Con esta obra, Redford consiguió varias críticas positivas como la que le brindó la publicación Theatre Arts: “El ganador de la función resulta ser Robert Redford, ocurrente y con grandes recursos. Demuestra que es un joven actor tan versátil como él mismo se proponga


Ya en 1962 volvía a aparecer en televisión en la serie “En los límites de la realidad” (The twilight zone), donde dejaba un buen sabor de boca a todo el equipo de grabación. Lamont Johnson, el director del episodio en el que aparecía Redford comentaba lo siguiente: “Bob requería muy poca labor de dirección porque se basaba en sus instintos para crear el personaje”. Por su parte, Gladys Cooper, una de sus compañeras en este episodio decía de él: “No estoy sorprendida porque se haya convertido en una gran estrella. En ese tiempo ya tenía muy clara su cualidad de estrella, algo innato. Y además, era muy guapo”.


Tras debutar ya realmente en la gran pantalla este mismo año de 1962 con “War hunt” (donde compartió cartel con el también debutante Sydney Pollack), Robert siguió apareciendo en otras series de televisión como “Dr. Kildare”, “Alcoa Premiere” (donde coincidió con Fred Astaire), “Los intocables”…


… y en dos episodios de “La hora de Alfred Hitchcock”. Y en 1963 intervenía en “The Dick Powell Show”, en “Breaking point” y en un episodio de “El virginiano”, cuyo papel estelar le había sido ofrecido dos años atrás rechazándolo Redford por no querer atarse en exclusiva durante cinco largos años a esta serie, ya que su deseo en ese momento era el de volver a asomarse al teatro y, con un poco de suerte, también al cine.

Y ese mismo año de 1963, cuando hacía planes para mudarse con su mujer a Utah, con el tiempo su definitivo hogar, Redford recibió una llamada del director Mike Nichols ofreciéndole volver al teatro como el actor protagonista de la obra de Neil Simon “Descalzos por el parque”.


Robert Redford aceptó, dando así un importantísimo paso hacia adelante en su carrera como actor…

domingo, 19 de febrero de 2012

HENRY BRUBAKER

Uno de los mejores trabajos de Redford en su larga filmografía es este singular drama carcelario. Derechos humanos para una cinta muy trabajada
(Fernando Morales. Diario El País)


Robert Redford ya era conocido por el espectador americano por títulos hoy tan clásicos como “Propiedad condenada”, “Descalzos por el parque”, “Dos hombres y un destino”, “Las aventuras de Jeremiah Johnson”, “Tal como éramos”, “El golpe”, “Todos los hombres del Presidente” o “El jinete eléctrico” cuando fue elegido para protagonizar “Brubaker”.


Henry Brubaker, su personaje, estaba basado en uno real, Thomas Murton, quien en 1968 fue enviado como alcaide a la granja prisión Cummin and Tucker, en Arkansas. Tras comprobar las lamentables condiciones en las que se encontraban los presos de este lugar, Murton intentó una serie de reformas. El descubrimiento posterior, en las mismas tierras de la prisión, de una serie de cadáveres sacaba a la luz sucios manejos políticos que llevaron a la inmediata destitución de Murton como alcaide de esta prisión.


El propio Thomas Murton recogía estas experiencias en “Accomplices to a crime”, libro que firmaba junto a Joe Hyams y que, durante años, intentó adaptar a la gran pantalla. Lo consiguió finalmente con la productora Fox, quien le puso como condición el que su actor protagonista no fuera otro que Robert Redford, ya para entonces una gran estrella cinematográfica.


La dirección de “Brubaker” le fue encomendada en un principio al director Bob Rafelson, quien ya había firmado “Mi vida es mi vida” y, en 1981, dirigiría “El cartero siempre llama dos veces”. Pero una serie de discrepancias en el rodaje llevó pronto a la sustitución de Rafelson por otro director, Stuart Rosenberg.


Rosenberg había destacado ya en el campo de la dirección a través de series televisivas como “Alfred Hitchcock presenta”, “Los intocables”, “Dimensión desconocida”o “Los defensores”. En 1967 dirigía de manera magistral para la gran pantalla “La leyenda del indomable”, gran drama carcelario protagonizado por Paul Newman, actor que protagonizó tambien “Hombre de hoy”, “Los indeseables” y “Con el agua al cuello”, otros tres títulos menores de este director. Con “Brubaker”, Stuart Rosenberg nos volvía a demostrar su buen hacer detrás de las cámaras.


Envolvía a la película una acertada banda sonora compuesta por el argentino Lalo Schifrin, quien ya nos había deleitado musicalmente en la gran pantalla con títulos como “El rey del juego”, “La leyenda del indomable”, “Bullit”, “”Infierno en el Pacífico”, “Harry, el sucio”, “Ha llegado el águila” o ”Aeropuerto 79”, y que había dejado también su huella musical en series televisivas como “Centro Médico”, “Misión imposible”, “El planeta de los simios” o “Starsky y Hutch”.


Brubaker” contaba, además, con un excelente guión firmado por W.D. Richter sobre una historia de Arthur Ross y el propio Richter que estaba a su vez basada en el citado libro de Thomas Murton y Joe Hyams. Para evitar males mayores, se decidió cambiar en la película el nombre real de la prisión por el ficticio de Wakefield.


Y arropando a Robert Redford en el reparto, un excelente plantel de actores que, desde el primero al último, daban una mayor credibilidad a la historia.


Yaphet Kotto nos regalaba una extraordinaria composición de Richard “Dickie” Coombes, su personaje en esta historia. Extraordinario actor que debutó en la gran pantalla en 1963 en “Cuatro tíos de Texas”, a Kotto ya  le habíamos visto antes en otros títulos cinematográficos como “El caso de Thomas Crown”, “El póker de la muerte” o “Alien, el octavo pasajero” y en otras tantas series televisivas como “Bonanza”, “El gran chaparral”, “Daniel Boone”, “La ley del revólver” o “Raíces”.


Jane Alexander hacía un trabajo impecable en el papel de Lillian Gray. Tras su esporádico paso por la pequeña pantalla en 1969, Lillian debutaba en el cine un año después con “La gran esperanza blanca”. Antes de “Brubaker”, el espectador americano la había visto ya en “El gran duelo”, “Todos los hombres del Presidente“ y "Kramer contra Kramer”.


David Keith inició su carrera como actor en 1978 a través de diversas series y telefilmes para la televisión. Un año después debutaba en la gran pantalla junto a Robert Duvall en “El don del coraje”, título al que seguiría el de “La rosa” antes de ofrecernos una excelente interpretación de su Larry Lee Bullen en “Brubaker”. Dos años después de esta película, Keith nos dejaría otro buen personaje en “Oficial y caballero”.


Por su parte, Matt Clark nos maravillaba con su más que dudoso Roy Purcell. Matt llevaba ya tras de sí una excelente carrera como actor, en la que no sólo había participado en series televisivas como “Bonanza”, “Los Walton”, “Kung Fu” o “La casa de la pradera”, sino que también había compartido cartel con grandes estrellas del cine. Entre sus compañeros cinematográficos de reparto se encontraban John Wayne en “John Wayne y los cowboys”, Charlton Heston en “El más valiente entre mil”, Sidney Poitier y Rod Steiger en “En el calor de la noche”, Lee Marvin en “Monty Walsh” y “El emperador del Norte”, Paul Newman en “Los indeseables” y “El juez de la horca”, Clint Eastwood en “El seductor” y “El fuera de la ley”... Clark incluso había ya coincidido con Robert Redford, ocho años atrás, en “Las aventuras de Jeremiah Johnson”.


Hijo de los actores John McIntire y Jeanette Nolan, Tim McIntire nos ofrecía en “Brubaker” una impecable creación de su personaje, Huey Rauch. McIntire había debutado como actor televisivo en 1963 y había participado en series como “Lassie”, “El fugitivo”, “Longstreet”, “Kung Fu”, “Hombre rico, hombre pobre” o, más recientemente, “Enredo”. Y en la gran pantalla ya le habíamos visto, antes de “Brubaker”, en “El valle de la violencia“ y “Locos al volante”.


Morgan Freeman inició su carrera como actor en 1964, en la gran pantalla, con “El prestamista”, título al que siguieron otros tres antes de conseguir con “Blade” (1973) su primer personaje con nombre propio. Después vendría su participación en diversas series y películas para la pequeña pantalla antes de su personaje de Walter en “Brubaker”.


Sobra decir que, pese a su breve aparición, Freeman nos entusiasmó con la composición de Walter, su personaje, en una sola escena que compartía excelentemente con el propio Robert Redford. Ambos actores volvían a conseguir una extraordinaria química, ambos ya como protagonistas, en “Una vida por delante” (2005).


Y en otro breve pero mágico papel, el del entrañable Abraham Cook, nos encontrábamos a Richard Ward, extraordinario actor principalmente conocido por la pequeña pantalla en la que debutó en 1956 con la serie televisiva “Kraft Television Theatre”, a la que siguieron otras tantas y un sinfín de películas para la televisión. 

Muy tristemente, Ward fallecía, a los 64 años de edad, casi un año antes de estrenarse “Brubaker”. Y en los títulos de crédito de la película podíamos leer lo siguiente: “Queremos rendir homenaje a Richard Ward, quien dio vida a Abraham de una manera muy especial.


Producida por Ron Silverman para la Twentieth Century Fox Film Corporation, “Brubaker” fue estrenada en Estados Unidos el 20 Junio de 1980. Tan sólo fue reconocida con una nominación a los Oscar al mejor guión adaptado.

El 19 de Septiembre de ese mismo año, Robert Redford estrenaba “Gente corriente”, su primer trabajo como director, película que al año siguiente sería galardonada con un total de 4 Premios Oscar, entre ellos al mejor director.


Es de asesinato de lo que hablan ahí dentro, y si lo disculpan nadie podrá explicar a esos hombres por qué están encerrados, las reglas son iguales para todos, así lo veo yo
(HENRY BRUBAKER)